martes, 23 de enero de 2007

La Izquierda latinoamericana se rearma

unes, 15 de enero de 2007

Patricio López

Investido Rafael Correa como Presidente de Ecuador

LA HABANA, Cuba, 14 de enero.- La afirmación hecha hoy en la capital ecuatoriana por el vicepresidente cubano Carlos Lage acerca de los aires que soplan en América Latina en estos momentos, conforman pronósticos y apreciaciones que, en su momento, se consideraron reflexiones trasnochadas o, cuando menos, tremendistas.

América Latina vive nuevos tiempos y la asunción al poder de Rafael Correa en Ecuador

denota el surgimiento de un pensamiento de izquierda y progresista, afirmó Lage este domingo, a su llegada a Quito para asistir a la toma de posesión del flamante presidente de Ecuador, el economista Rafael Correa.

Líderes como Hugo Chávez, Evo Morales y Daniel Ortega "representan una idea de pensamiento totalmente diferente", pero con énfasis en lo social, afirmó el doctor Lage, de 55 años de edad, considerado uno de los hombre de extrema confianza del presidente Fidel Castro.

La victoria de Correa en las elecciones del 26 de noviembre pasado -dijo- constituye una expresión más de los nuevos tiempos que vive América Latina, donde está prácticamente agotado el sistema tradicional de partidos.

"La teoría de que el mercado va a resolver los problemas ha dado al traste con una realidad deprimente y un crecimiento de la pobreza y de las desigualdades", advirtió el alto funcionario.

Correa, de 43 años, recibió los atributos de poder de los pueblos originarios en medio de rituales tradicionales y danzas y fue "limpiado" con flores, plantas y cintas por cinco sacerdotes (chamanes), ceremonia a la cual asistieron, además, los presidentes de Venezuela, Hugo Chávez, y Bolivia, Evo Morales.

Resurge la izquierda

Los resultados de una decena de procesos electorales realizados en América Latina en el curso de 2006 y otros efectuados en el precedente, obligan a una axiomática reflexión: existe en esta parte del mundo una corriente renovadora de pensamiento social que aísla a las llamadas democracias dependientes y las políticas económicas diseñadas sobre la base de elevados costos sociales.

¿Qué ha ocurrido en Brasil, Bolivia, Nicaragua, Venezuela, Chile, Haití, Uruguay, Argentina y Ecuador?

La interrogante resulta descifrable pero enigmática para algunos de los llamados "think tanks" (tanques pensantes) de Chicago o Washington.

Algunos cientistas sociales latinoamericanos han confesado su asombro ante una situación histórica que pasó de lo fortuito y lo utópico a lo real.

En América Latina, la región del mundo donde son más apreciables las diferencias sociales según informes de Naciones Unidas, existen hoy 220 millones de pobres que no vieron mejoría con las recetas conservadoras o neoliberales.

De los 523 millones de habitantes de la región, 213 millones (40.6 por ciento) viven en la pobreza y 88 millones (16.8 por ciento), en la indigencia.

Los mayores niveles de pobreza extrema en la región se presentan en Bolivia, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Paraguay, que se cuentan entre los países con más altos porcentajes de población con necesidades básicas insatisfechas.

De no mediar un cambio significativo en las políticas gubernamentales, la región no va a llegar a cumplir los Objetivos del Milenio, aseguran informes del Banco Mundial.

Según estadísticas recientes de ese organismo, la malnutrición infantil afecta al uno por ciento de los niños en Chile, al cuatro por ciento en Jamaica y Venezuela, y al cinco por en Argentina, Costa Rica, y República Dominicana.

En peores condiciones, en El Salvador y Nicaragua sufren de malnutrición el 10 por ciento de los niños, el 14 por ciento en Ecuador, y el 23 por ciento en Guatemala.

Lo mismo ocurre con la prevalencia del VIH-SIDA, que afecta a menos del uno por ciento de la población en la mayoría de los países de la región, pero supera ese límite en Jamaica, Honduras, República Dominicana y Guatemala, y llega al 5,60 por ciento en Haití.

Todavía este año se estima en 20 millones los desempleados, en tanto se incrementa el empleo informal, y se lamentan aún las carencias educativas y en la atención médica.

Si de condiciones se trata

Para no pocos analistas, no hay que buscar más condicionantes. En esas situaciones y otras que formarían un rosario de calamidades e infortunios, se encuentran las condiciones objetivas para los "fenómenos" que aparecen hoy al sur del Río Bravo.

Los comicios efectuados en 2006 en esta parte del mundo mostraron en forma abierta la búsqueda de senderos diferentes a los que en algunos casos se identifica con el rumbo hacia la izquierda.

Esa tendencia -se afirma- renace y se mueve hacia la integración y la concertación después del reacomodo de cargas ocurrido tras el derrumbe de la Unión Soviética y la extinción del bloque socialista europeo.

En los años que siguieron a esos hechos (1991) la izquierda se replegó y de su vocabulario desaparecieron eventualmente las palabras revolución y socialismo. Hoy, sin dudas, hay una situación nueva.

Con el inicio del siglo, la izquierda latinoamericana comenzó a rearmarse física y conceptualmente como un virtual rompecabezas de diminutas piezas, para retornar como orientación y fundamento de hombres, organizaciones, grupos y movimientos, cada uno con su propia filosofía, pero con la vista puesta en programas de beneficio social, como la reducción de la pobreza, la discriminación y la desigualdad.

La ratificación de Luiz Inácio Lula da Silva, en Brasil, la elección y ascenso de Daniel Ortega, en Nicaragua, y de Rafael Correa, en Ecuador, y la reelección de Hugo Chávez, en Venezuela, descartaron o evitaron lo que algunos politólogos consideraron "el reinicio del retroceso de las fuerzas de izquierda en América Latina".

Si Lula, Ortega, Correa y Chávez hubieran perdido en sus cotejos respectivos, otros gallos habrían cantado.

Estos resultados "dan cuenta de que los efectos que provoca la globalización neoliberal en la degradación de la vida de los pueblos de América Latina encuentra una reacción popular que es la que marca estas sucesivas victorias de las fuerzas alternativas", opinó un analista europeo.

La victoria de Alan García, en Perú, y Felipe Calderón, en México, el retorno de Oscar Arias en Costa Rica, y la reelección de Álvaro Uribe, en Colombia, no devinieron muros para contener la ola antineoliberal.

El reconocido científico social brasileño Emir Sader aseveró que el actual cuadro político latinoamericano es muestra -cuando menos- de que "el proyecto de integración tiene relativa autonomía respecto a Estados Unidos".

"Aquí, Estados Unidos está mucho más aislado", aseguró.

Pocos lo dudan: si antes era sólo Cuba, hoy se multiplican los espacios donde avanzan en procesos alineados hacia un nuevo consenso, muy diferente al de Washington.

En el balotaje ecuatoriano, al cual se lanzó el magnate multimillonario Alvaro Noboa, decidió -se dice- "la comprensión nacional de la necesidad enfrenta proyectos y figuras consideradas verdaderos dinosaurios, adalides en la manipulación de la promesa política, la propaganda electoral y mediática".

En contraste, la pasmosa irrupción de Correa "aplastó pronósticos de la diplomacia estadounidense, para dar paso a intereses puntuales de los pueblos latinoamericanos, algunos de los cuales aparecen sumidos en el clásico callejón sin salida frente a la pobreza", según el punto de vista de una publicación sudamericana.

¿Qué los une?

Llámense de una forma u otra, Latinoamérica vive procesos humanos y de cambios que obligan -más que invitar- a una conclusión primaria: corren tiempos de refundación. El neoliberalismo pierde terreno.

El programa en el que se ha sostenido la estrategia de las agencias multilaterales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, fracasó en sus diseños para mediano y largo plazos.

Las políticas de libre comercio, privatización, incremento de la presencia militar y las intenciones de aislar a Cuba y Venezuela, son desafiadas y rechazadas en el subcontinente.

Hoy es incuestionable y más clara que nunca la inviabilidad de la iniciativa emprendida por Washington para la creación de un Area de Libre Comercio para las Américas (ALCA), cuya puesta en marcha -prevista para enero de 2005- quedó solo en el recuerdo y algunos papeles.

En efecto, la prédica de Chávez no es idéntica a la de Lula, ni la de Michelle Bachelet a la de Néstor Kirchner; la de Evo Morales no presupone la de Ortega, pero no la excluye.

¿Qué los une? La respuesta puede estar en las bases más que en las superestructuras de cada una de esas sociedades. Latinoamérica ya no es la misma que en 2006 ó 2005, ó un decenio atrás, cuando el desplome del Muro de Berlín aparentó la entrada en un holocausto político y social, el fin de las historias.

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